Desde el mes de septiembre empieza la berrea de los ciervos, un sonido ronco y agónico sale de sus gargantas y retumba en los valles y los bosques, avisando a las hembras que estamos en la época de apareamiento. Es la época del año en el que los amantes de la Naturaleza, como yo mismo, buscan en el campo ese sonido característico con la esperanza de divisar al protagonista que lo está emitiendo y, si está suficientemente cerca, hacerle una foto. Pues bien, este año pude hacer esa ansiada foto de una manera más fácil y sin tener que ponerme las botas: en el mismísimo centro de Jaca.
El año pasado me desplacé al Parque Nacional de Cabañeros como puedes ver aquí, y aunque disfruté de un precioso paisaje, vi los ciervos a una distancia considerable y no puede oír ni una sola vez el canto del ciervo en celo.
Pero este año si pude oírlo y verlo desde primera fila de butaca en el foso de la Ciudadela de Jaca, que es un impresionante castillo que tuvo mucha importancia en las guerras napoleónicas.
Ya que un rebaño de ciervo rojo habita en el foso que rodea la Ciudadela.
Compuesto por el macho dominante y el conjunto de hembras que se resguardan de los rayos del sol a la hora de la siesta.
En esta época del año, el macho es cariñoso con las hembras y acaricia sus lomos a base de románticos lametones.
Y las hembras esperan a que llegue su turno porque se derriten con las deliciosas atenciones del macho.
Pero además de la berrea, es la estación del cambio de cornamenta, que se puede apreciar por los hilos que cuelgan de sus magníficas defensas.
Que dan la sensación de que se hubieran enganchado con una madeja de lana. Pero no, es el propio tejido que envuelve el hueso el que se deshilacha.
Y eso pica y escuece mucho, y el animal se rasca como puede con sus cuartos traseros, a ver si consigue mitigar el sufrimiento.
Los machos jóvenes, casi adultos, con su elegante estampa aún no tienen edad para participar en el festín familiar del macho dominante con las hembras.
Y matan el rato paseando por el foso hasta crezcan más y les llegue su oportunidad.
Por su parte los machos adolescentes siguen paciendo tranquilamente el verde césped que tienen en abundancia, sin meterse todavía en esos líos de mayores.
Y en fin, nos despedimos de estos preciosos animales admirando el lomo rojo que define el nombre de su raza.
Y ya sabes donde puedes ir el año que viene a ver la berrea cómodamente, desde primera fila del gran teatro de la naturaleza.
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Gracias!!!
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