Antonio Machado pasó por Soria, en su "última juventud", durante los años 1907 - 1912. Allí escribirá uno de los libros más importantes de la historia de la poesía española "Campos de Castilla", allí se enamorará y casará con Leonor Izquierdo, quien morirá pocos años después, y vivirá otros acontecimientos que condensará uno de los lustros más importantes de Machado y Soria.
En este post seguirás las huellas de Antonio Machado en Soria, leerás sus versos más bellos y verás las fotos de los lugares y monumentos más bellos de la ciudad.
Los 5 años en Soria, son para el poeta, los más felices, como el dirá: "Si la felicidad es algo posible y real –lo que a veces pienso– yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer".
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!
Leonor se casó con Antonio con casi veinte años menos que él. Era una niña con mucha simpatía, y alegría, y de una fuerte educación religiosa, menuda, trigueña, de alta frente y ojos oscuros con una doble avispa penetrante. Conoce a Antonio en la pensión que regentan sus padres, y el 30 de Julio de 1909 se casa con el poeta en la Iglesia Santa María La Mayor. Enferma gravemente de tuberculosis y fallece irremediablemente 11 meses después.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Seguro que Antonio y Leonor pasearon los caminos de la Alameda de Cervantes cogidos de la mano mientras Antonio le declaraba su amor.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Imagino que Leonor, de fuerte convicción religiosa, rogaría por su alma y la de Antonio en alguna de las bellísimas iglesias románicas que se ubican por aquí y por allá, salpicadas a lo largo de toda la ciudad.
San Juan
Ermita de Nuestra Señora de la Soledad
Concatedral de San Pedro
Nuestra Señora del Espino
Junto a la Iglesia de Nuestra Señora del Espino permanece impasible el olmo centenario al que Antonio cantó
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido
y también se encuentra el cementerio donde Antonio dejó descansando a Leonor
Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!
Para terminar de ver las impresionantes iglesias de Soria, lee en este enlace el post en el que te muestro el monasterio de San Juan de Duero y la ermita de San Saturio, un lugar muy especial para Antonio, a orillas del río Duero, y ambas a las afueras de la ciudad.
Andando por las mismas calles de Soria que pisaron Antonio y Leonor, junto a la fuente de los Leones y el Ayuntamiento, se encuentra la Parroquia de Santa María la Mayor donde Antonio se casó con Leonor.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negras noches sin luna,
orilla al mar salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar
Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía
En la cota más alta desde donde se divisa toda la ciudad, hay un romántico parque que abriga las ruinas del Castillo de Soria, donde probablemente Antonio se inspiró para escribir algunos de sus poemas, mientras paseaba con Leonor enseñándole el horizonte, infinito como su amor.
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
Si eres de l@s que aún no peinas canas quizá no conozcas el disco que Joan Manuel Serrat dedicó a Antonio Machado poniéndole música a algunos de sus poemas. Si tienes instalado Spotify puedes oírlo ahora mismo pinchando en cualquiera de las canciones de la imagen. ¡Que lo disfrutes!
Y no quiero terminar este romántico post sin contaros la leyenda del Conde de Gómara que vivió en el siglo XVI, cuyo palacio de Soria veis en la foto, y que es el edificio más representativo de la arquitectura civil renacentista de la ciudad de Soria.
Cuenta Gustavo Adolfo Bécquer en su libro "Rimas y Leyendas" que el Conde de Gómara escuchó la siguiente cantiga a un juglar, cuando estaba acampado con sus huestes en una campaña de guerra, viéndose reflejado en ella:
- I -
La niña tiene un amante
que escudero se decía;
el escudero le anuncia
que a la guerra se partía.
-Te vas y acaso no tornes.
-Tornaré por vida mía.
Mientras el amante jura,
diz que el viento repetía:
¡Malhaya quien en promesas
de hombre fía!
- II -
El conde con la mesnada
de su castillo salía:
ella, que lo ha conocido,
con gran aflicción gemía:
-¡Ay de mí, que se va el conde
y se lleva la honra mía!
Mientras la cuitada llora,
diz que el viento repetía:
¡Malhaya quien en promesas
de hombre fía!
- III -
Su hermano, que estaba allí,
éstas palabras oía:
-Nos has deshonrado, dice.
-Me juró que tornaría.
-No te encontrará si torna,
donde encontrarte solía.
Mientras la infelice muere,
diz que el viento repetía:
¡Malhaya quien en promesas
de hombre fía!
- IV -
Muerta la llevan al soto,
la han enterrado en la umbría;
por más tierra que la echaban,
la mano no se cubría;
la mano donde un anillo
que le dio el conde tenía.
De noche sobre la tumba
diz que el viento repetía:
¡Malhaya quien en promesas
de hombre fía!
... y Gustavo Adolfo sigue contando en su libro que:
En un lugarejo miserable y que se encuentra a un lado del camino que conduce a Gómara he visto no hace mucho el sitio en donde se asegura tuvo lugar la extraña ceremonia del casamiento del conde. Después que éste, arrodillado sobre la humilde fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita, y un sacerdote autorizado por el Papa bendijo la lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio, y la mano muerta se hundió para siempre. Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay un pedacito de prado que, al llegar la primavera, se cubre espontáneamente de flores. La gente del país dice que allí está enterrada Margarita.
Estremecedor, ¿verdad?
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