La construcción del Monasterio de Veruela se remonta a 1145 por los monjes cistercienses al pie del Moncayo en Aragón, relativamente cercano a Zaragoza. En 1877, la Compañía de Jesús instaló allí un noviciado que funciono hasta 1973, y fue en ese periodo, hacia 1840, cuando los jesuitas pusieron en marcha una hospedería, que alquilaba celdas a familias durante los meses de verano, cuando aún no estaba de moda el veraneo que conocemos actualmente, y que fue en aumento entre la población urbana. Fue así como las visitas de viajeros relevantes y la presencia de noticias en las publicaciones de la época lo fueron dotando de una creciente fama como lugar romántico.
Si quieres saber la relación que Gustavo Adolfo Bécquer con este magnífico recinto monacal te invito a que sigas leyendo.
Es cada vez más conocida la larga estancia de los hermanos Becquer, Gustavo Adolfo y Valeriano con sus familias en el Monasterio de Veruela, durante el año 1864. Durante aquellos meses ambos vivieron experiencias personales y artísticas excepcionales que les marcaron el resto de sus vidas.
Cuando se marcharon de Veruela, Gustavo Adolfo había formulado ya su concepto de la poesía en la sociedad moderna. Por su parte Valeriano se llevaba unas abultadas carteras de dibujos y acuarelas que lo alejaban de la tradición romántica y lo acercaban a la moderna puntura realista de paisaje. Estos artistas hicieron del Monasterio de Veruela un lugar emblemático del romanticismo español.
De este viaje surgieron las "Cartas desde mi celda" de Gustavo Aldolfo, publicadas en el periódico "El Contemporáneo" en 1864 y que ahora puedes leer descargando el libro gratis para Kindle desde Amazon en este enlace. Si te animas a leerlo comprobarás que es como música acariciando tus ojos y tu mente.
La primera carta narra el viaje desde Madrid al escondido valle de Veruela, utilizando medios cada vez más primitivos, tren, diligencia, caballerías. Un viaje desde la modernidad al reino de lo ancestral y permanente.
En la segunda, describe la relación del vivir diario. Tras esta carta Gustavo enfermó gravemente con lo que la tercera se demoró unas semanas.
En la tercera cuenta sus excursiones, viviendo una inolvidable experiencia en el cementerio de Trasmoz. La melancólica contemplación del pequeño cementerio de la aldea suscitó en él algunas de sus más hondas reflexiones sobre el amor, la gloria y la poesía, conduciéndole a desear ante todo y sobre todo el reposo definitivo de la muerte anónima. Como puedes ver típico espíritu de la época romántica.
En la cuarta, presenta un programa de cómo abordar el estudio de la tradición y su puesta en práctica en las siguientes.
En la quinta ofrece un cuadro costumbrista con la descripción del mercado de Tarazona y las muchachas de Añón.
En la sexta recoge la trágica historia del asesinato de la "Tía Casca" y una recopilación de supersticiones brujeriles.
La séptima narra la fundación mágica del castillo de Trasmoz.
La octava cuenta la historia de la Dorotea y las brujas de Trasmoz.
Finalmente, en la novena carta, narra la leyenda milagrosa de la fundación del cenobio de Veruela promovida por D. Pedro de Atares.
Y quién mejor que Gustavo Adolfo Becquer para que describa con sus propias palabras este precioso monasterio. Tened en cuenta en lo que vais a leer a continuación, que si vais a visitarlo no encontraréis un ambiente tan romántico (tenebroso) como el que él describe, pero es realmente delicioso que te ponga el alma en vilo al leerlo como sólo él puede hacerlo.
"La importancia histórica del monasterio, realzada por la imponente grandeza de su fábrica y el mérito y la variedad de sus detalles, le han granjeado entre los inteligentes el sobrenombre de "El Escorial de Aragón", sobrenombre que justifica en todos los conceptos la magnífica obra debida a la munificencia y la piedad de don Pedro Atares"
Gustavo Adolfo Becquer, Revista El Museo Universal, 1866
"Cruzo la sombría calle de árboles y llego a las primeras cercas del monasterio cuya dentellada silueta destaca por oscuro sobre el cielo, en un todo semejante a la de un castillo feudal"
Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta II, 1864
"Entre los cubos de muralla, altos, negros e imponentes, se alza la torre que da paso al interior. Una cruz clavada en la punta indica el carácter religioso de aquel edificio cuyas enormes puertas de hierro y muros fortísimos más parece que deberían guardar soldados que monjes"
Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta II, 1864
"Atravieso el patio de armas, con sus arcos redondos y timbrados, sus bastiones llenos de saeteros y coronados de almenas puntiagudas, de los cuales algunos yacen en el foso, en medio ocultos entre los jaramagos y los espinos"
Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta II, 1864
"En el claustro, que fue la parte que se concluyó últimamente, y que es un primero y rudo ensayo del estilo ojival, se notan muchos detalles y líneas que conservan el carácter del gusto románico que empezaba a desaparecer"
Gustavo Adolfo Bécquer, Revista El Museo Universal, 1866
"...la portada monumental del claustro, con sus pilastras llenas de hojarasca, bichas, ángeles, cariátides y dragones de granito, que sostienen emblemas de la Orden, mitras y escudos..."
"Siempre que atravieso este recinto, cuando la noche se aproxima y comienza a influir en la imaginación con su alto silencio y sus alucinaciones extrañas, voy pisando quedo y poco a poco las sendas abiertas entre los zarzales y las hierbas parásitas, como temeroso de que al ruido de mis pasos..."
"Por último, entro en el claustro, donde ya reina una oscuridad profunda. La llama del fósforo que enciendo para atravesarlo vacila, agitada por el aire, y los círculos de luz que despide luchan trabajosamente con las tinieblas."
"Sin embargo, a su incierto resplandor pueden distinguirse las largas series de ojivas festoneadas de hojas de trébol, por entre las que asoman con una mueca muda y horrible esas mil fantásticas y caprichosas creaciones de la imaginación que el arte misterioso de la Edad Media dejó grabadas en el granito de sus basílicas:..."
Todos los párrafos del claustro de Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta II, 1864
"Pero aquella otra gran puerta del templo, tan llena de símbolos incomprensibles y de esculturas extrañas, en cuyos sillares han dejado impresos los artífices de la Edad Media los signos misteriosos de su masónica hermandad..."
"...aquella gran puerta que se colgaba un tiempo de tapices y se abría de par en par en las grandes solemnidades, no volverá a abrirse, ni volverá a entrar por ella la multitud de los fieles, convocados al son de las campanas que volteaban alegres y ruidosas en la elevada torre."
"Para penetrar hoy en el templo es preciso cruzar nuevos patios, tan extensos, tan ruinosos y tan tristes como el primero, internarse en el claustro procesional, procesional, sombrío y húmedo como un sótano,..."
"... y, dejando a un lado las tumbas en que descansan los hijos del fundador, llegar hasta un pequeño arco que apenas si en mitad del día se distingue entre las sombras eternas de aquellos medrosos pasadizos y donde una losa negra, sin inscripción y con una espada groseramente esculpida, señala el humilde lugar en que el famoso don Pedro Atares quiso que reposasen sus huesos."
Todos los párrafos de Sala Capitular y puertas de Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta IX, 1864
"... el aire, que penetra sin dificultad por todas partes, gime por los ángulos del templo, y los pasos resuenan de un modo tan particular que parece que se anda por el interior de una inmensa tumba..."
"Allí, sobre un mezquino altar hecho de los despedazados restos de otros altares recogidos por alguna mano piadosa y alumbrado por una lamparilla de cristal, con más agua que aceite, cuya luz chisporrotea próxima a extinguirse, se descubre la santa imagen, objeto de tanta veneración en otras edades,..."
"La milagrosa imagen, cuya historia conocía de antemano, me infundió más hondo respeto, me pareció más hermosa, más rodeada de una atmósfera de solemnidad y de grandeza indefinibles que otras muchas que había visto antes en retablos churriguerescos, muy cargadas de joyas ridículas, muy alumbradas de luces en forma de pirámides y de estrellas, muy engalanadas con profusión de flores de papel y de trapo. A usted, y a todo el que sienta en su alma la verdadera poesía de la religión, creo que le sucedería lo mismo."
"... y una piadosa tradición los campesinos que de cuando en cuando atraviesan con temor los medrosos claustros del monasterio para ir a arrodillarse ante Nuestra Señora de Veruela que para ellos, así en la época de su grandeza como la de su abandono, es la santa protectora de su escondido valle."
Todos los párrafos de la Iglesia de Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta IX, 1864
Cruz negra de Veruela
"Como a la mitad de esta alameda deliciosa, y en un punto en que varios olmos dibujan un circulo pequeño enlazando entre sí sus espesas ramas, que recuerdan, al tocarse en la altura, la cúpula de un santuario; sobre una escalinata formada de grandes sillares de granito, por entre cuyas hendiduras nacen y se enroscan los tallos de las flores trepadoras, se levanta gentil, artística y alta, casi como los árboles, una cruz de mármol que, merced a su color, es conocida en estas cercanías por la Cruz, negra de Veruela. Nada más hermosamente sombrío que este lugar."
Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta II, 1864
Cuando llegué al Monasterio aparqué mi coche junto una cruz que me llamó la atención y me sedujo la composición que formaba con el Monasterio al fondo, así que desenfundé mi cámara y la primera foto que hice fue la que ves arriba. Cuál no sería mi sorpresa cuando dentro del monasterio encontré el cuadro que había pintado Valeriano para el artículo de su hermano "Santa María de Veruela" en la revista El Museo Universal, el 18.03.1886 y que ves abajo. Cuando lo contemplé supe lo que Valeriano había pensado y sentido cuando pintó aquél cuadro, aunque 131 años nos separaban en el tiempo.
Monasterio de Veruela y el Moncayo
"Aún no he acabado de leer las primeras columnas del periódico, cuando el último reflejo del sol, que dobla lentamente la cumbre del Moncayo, desaparece de la más alta de las torres del monasterio, en cuya cruz de metal llamea un momento antes de extinguirse."
"A esta distancia y en este lugar me parece mentira que exista aún ese mundo que yo conocía, el mundo del Congreso y las redacciones, del casino y de los teatros, del Suizo y de la Fuente Castellana,..., todo de prisa, todos cosechando esperanzas y decepciones, todos corriendo detrás de una cosa que no alcanzan nunca, hasta que, corriendo, den en uno de esos lazos silenciosos que nos va tendiendo la muerte y desaparezcan como por un escotillón con una gacetilla por epitafio."
Gustavo Adolfo Bécquer, Desde mi celda, carta II, 1864
Esta foto que ves arriba del monasterio con el Moncayo nevado no la hice yo, sino que esta tomada de una que hay en la recepción. Es preciosa porque se ve el monasterio completo refugiado a los pies de la montaña. Intenté buscar el lugar desde el que se había hecho pero mi coche no era capaz de subir por las pistas de tierra que prometían ser cada vez más abruptas. Lo que me pude llevar es la foto del Moncayo en la puesta de sol y también la que ves abajo en medio de un camino que me parece realmente romántica como todo lo que envuelve a este lugar.
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