Es tiempo de otoño, y los chopos álamos y fresnos que custodian las riberas del río Dulce a lo largo de kilómetros, en la provincia de Guadalajara, comienzan a vestirse de amarillo y dejar caer sus primeras hojas adornando el camino que lo acompaña. Sus tranquilas aguas pasarán más tarde por las hoces de Pelegrina donde Rodríguez de la Fuente nos enseñó a amar a la Naturaleza, y desembocarán finalmente en el Henares. Pero a su paso por Mandayona nos permite disfrutar de un cuadro otoñal que más bien parece sacado de un cuento, donde los gnomos y las hadas van a salir a saludarnos tras cualquier curva del río o de debajo de alguna seta.
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